“La superresistencia a antibióticos llega al Ártico”
“España es el país europeo con más infecciones bacterianas en los centros sociosanitarios”
“Por qué es tan difícil vencer a las superbacterias”
“España, el país avanzado que más antibióticos consume”
“No siempre tiene que acabar la caja de antibióticos”
“España está a la cabeza del mundo en el consumo injustificado de antibióticos”.
“Sanidad impulsará la prescripción diferida de antibióticos ante su mal uso”
“Antibióticos que ya no curan”
Estas frases son titulares de noticias publicadas en los últimos meses en los principales medios de comunicación. Intentan hacernos partícipes de un potencial riesgo existente derivado del mal uso de estos fármacos:
Los antibióticos
Pero,
¿qué son realmente estos fármacos?
Probablemente usted tenga en mente que son fármacos que curan infecciones. Y está en lo cierto, pero con matices. Las infecciones en general, son causadas por diferentes “bichos”, microorganismos que llamamos los médicos.
Estos microorganismos son de diferentes
“grupos”; así tenemos tres grandes grupos de microorganismos: los
hongos, los virus y las bacterias; entre otros. Las infecciones más comunes son
causadas por virus, seguidas de las bacterias y los hongos.
En nuestro organismo, conviven de forma armónica y simbiótica, multitud de microorganismos; y sólo. cuando alguno de ellos crece por encima del resto o aparece un nuevo microorganismo que invade nuestro cuerpo, hablamos de una infección.
Todos los seres humanos tenemos (salvo raras enfermedades genéticas) un ejército de defensa que combaten estos microorganismos invasores:
nuestro sistema inmunitario
Pero, en determinadas ocasiones, este ejercito necesita el aporte externo “de armas” para poder combatir estas infecciones. Estas armas son fármacos encaminados a curar una determinada infección.
Al igual que no usamos las mismas armas para cazar mamíferos, aves o peces; no podemos usar los mismos fármacos para tratar virus, bacterias y hongos. Para los primeros usaremos antivíricos; para las bacterias, antibióticos y para los últimos, antifúngicos.
Por lo tanto, la primera idea importante: los antibióticos sólo sirven para infecciones por bacterias, y carecen de utilidad en otro tipo de infecciones. De tal forma que, si usted tiene un resfriado común, que habitualmente lo produce un virus, de nada sirve usar un antibiótico, salvo para tener los efectos secundarios que pueda tener el fármaco.
La segunda idea importante es que, dentro de los mamíferos, no se mata igual a un conejo que a una vaca, el tipo de arma y la bala cambian.
Esto mismo pasa con las diferentes bacterias, para cada bacteria existe uno o varios antibióticos que serán capaces de matarla, pero habrá otros que no. No todos los antibióticos sirven para todas las bacterias. Por lo tanto, los médicos no podemos poner un antibiótico al azar ante cualquier infección.
Como cualquier otro fármaco, los antibióticos son sustancias ajenas a nuestro organismo, que reaccionan con el mismo; lo que conlleva una serie de potenciales efectos secundarios para cada uno de ellos.
Este riesgo es mayor cuantos más días de tratamiento se prescriba; por ello para cada infección existe un tiempo recomendado para su uso: una vez muerta la bacteria, no tiene sentido usar durante más tiempo los antibióticos.
Más tiempo no significa mejor resultado.
Por otro lado, si usamos este tipo de fármacos por un tiempo menor del necesario, pueden quedar microorganismos sin matar, volviendo a crecer y generando una nueva infección. Por lo tanto, en el término medio está la virtud.
El uso indiscriminado para diversos fines (médicos y no médicos) de este tipo de fármacos está provocando, como rezan muchos de los titulares que encabezaban este artículo, que muchas de estas bacterias se “acostumbren a la presencia” de estos fármacos; desarrollando mecanismos de defensa frente a estos, de ahí que hablemos de “bacterias resistentes” o “superresistencia a los antibióticos”.
Por todo ello parece imprescindible tomar conciencia de la importancia de la utilización y del correcto uso de estos fármacos; de no ser así, en 2050, la primera causa de muerte en nuestro medio serán las infecciones por gérmenes que no podamos combatir.
Eco de ello se han hecho organismos nacionales (consejo interterritorial de salud) e internacionales (OMS), los cuales están tomando medidas para evitar las resistencias; sin embargo, es labor de cada uno de los ciudadanos contribuir a este fin.
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